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La historia de Zoe: un rescate en La Habana revela las duras condiciones de los animales callejeros en Cuba

El desgarrador rescate de Zoe en las calles de La Habana visibiliza un problema que muchos prefieren ignorar: el abandono animal. Su historia, que comenzó con un video viral, revela la lucha de un colectivo en la penumbra del sistema. ¿Cuántos Zoe quedan por rescatar?

  • 11/05/2025 • 10:28

Entre adoquines sucios y esquinas saturadas de indiferencia, la pequeña Zoe caminaba sin rumbo, invisible para la mayoría de los transeúntes. Su cuerpo, delgado al extremo, evidenciaba días —o quizás semanas— sin alimento. Su piel, cubierta de sarna, testimoniaba el abandono sistemático al que son condenados miles de animales en las calles cubanas. Zoe fue hallada en San Rafael, entre Aramburu y Soledad, en pleno corazón de La Habana Vieja. Nadie preguntó por ella. Nadie la esperaba. Hasta que un gesto, el de un joven que decidió compartir un video en redes sociales, lo cambió todo.

Su rescate, coordinado por la ONG BAC-Habana (Bienestar Animal Cubano), es un triunfo en medio de un contexto marcado por el desamparo institucional y la ausencia de una política pública seria de protección animal. Pero es también un recordatorio incómodo: en Cuba, el abandono animal no es la excepción, es la norma.

Un esfuerzo colectivo frente al vacío estatal

“Zoe estaba en condiciones críticas. Apenas podía sostenerse en pie”, relató Gabriela, coordinadora de BAC-Habana, quien lideró la operación de rescate tras conocer el caso gracias al video compartido por Jhoshua, el joven que había comenzado a alimentarla. Gracias a Jeffrey, quien se encargó del traslado, y a Yaima, que le ofreció un hogar temporal, Zoe fue finalmente retirada de la calle.

Lo que sorprende no es la rapidez del rescate, sino que haya sido posible a pesar de los obstáculos. BAC-Habana, como otras organizaciones similares, funciona sin apoyo gubernamental, sin financiamiento estable y, muchas veces, enfrentando trabas burocráticas para operar. Aun así, se han convertido en un sostén esencial para la protección animal en Cuba, allí donde las autoridades brillan por su ausencia.

En la isla no existe un sistema público de refugios, ni hospitales veterinarios accesibles, ni campañas estatales sistemáticas de esterilización. Las leyes de protección animal, aunque aprobadas en papel, carecen de herramientas reales para ser implementadas. Lo que existe es la voluntad de grupos independientes, de jóvenes voluntarios, de ciudadanos que, desde el compromiso y muchas veces el sacrificio personal, salvan vidas como la de Zoe.

El drama silenciado de los animales callejeros

El caso de Zoe no es aislado. Es apenas uno entre miles. Los animales callejeros forman parte del paisaje habitual en Cuba: perros famélicos durmiendo sobre cartones, gatos enfermos hurgando en los basureros, camadas abandonadas en solares. Y, sin embargo, pocas veces se les menciona, y casi nunca se les ofrece una solución real. No son prioridad. No generan ingresos. Y por eso, suelen ser ignorados.

Las cifras oficiales sobre abandono animal no existen, pero los rescatistas saben lo que hay detrás de cada esquina. “Hay perros que han sido lanzados de sus casas, otros que nacieron en la calle y nunca conocieron un plato de comida lleno ni una caricia. Algunos mueren atropellados, otros simplemente de hambre o enfermedades que podrían haberse prevenido con una vacuna”, explica Gabriela.

Esta realidad no solo implica una tragedia ética. También es un problema de salud pública. Animales enfermos, sin control sanitario, moviéndose libremente en zonas urbanas densamente pobladas, representan un riesgo que va mucho más allá del sufrimiento animal. El bienestar animal es, también, un asunto de interés colectivo.

Un nuevo nombre, un nuevo comienzo

Zoe ya no está en la calle. Recibe atención médica, alimento, y sobre todo, cariño. Su recuperación será lenta, pero hoy tiene una oportunidad que millones no tienen. Su caso ha despertado la empatía de cientos de personas que han seguido el rescate a través de las redes de BAC-Habana, dejando mensajes de apoyo, ofreciendo donaciones o simplemente compartiendo su historia.

Pero no podemos romantizar el dolor. No podemos quedarnos en la emoción del rescate sin mirar el contexto que lo hace necesario. Por cada Zoe rescatada, hay muchas más que siguen en el abandono. Y mientras el Estado no asuma su responsabilidad, la solución seguirá dependiendo de la buena voluntad de unos pocos.

Una llamada urgente a la conciencia

Lo que ocurre con los animales callejeros en Cuba no es simplemente un problema logístico o presupuestario. Es un reflejo de cómo, como sociedad, jerarquizamos la vida. Es urgente implementar campañas masivas de esterilización, crear refugios públicos, subvencionar atención veterinaria básica y castigar el maltrato con consecuencias reales. Pero también es urgente educar, sensibilizar, y entender que los animales no son objetos ni molestias, sino seres sintientes con derecho a una vida digna.

Zoe representa a todos los que no tienen voz. Su historia conmovió porque es, al mismo tiempo, personal y colectiva. Porque en ella se refleja la capacidad humana de compasión, pero también el sistema que sigue fallando.

El día que cada municipio tenga un refugio, que cada perro o gato sea visto como un ser que importa, y que el abandono deje de ser una condena sin castigo, entonces podremos decir que historias como la de Zoe ya no son excepcionales. Mientras tanto, toca seguir denunciando, apoyando y, sobre todo, actuando.